Graciela De Oliveira

Estudios sobre la plasticidad

Con el tiempo nos volvemos aquello que somos, sólo nos volvemos aquello que somos... En la ciencia, en el arte o en la educación, el uso del término "plasticidad" es siempre positivo... Nadie piensa espontáneamente en un arte plástico de la destrucción. Sin embargo éste también configura. Una cara rota es todavía un rostro... La destrucción tiene sus cinceles de escultor. (Catherine Malabou)

Instalación: Pelucas de cabello natural y piedras del arroyo Cabana.
EL DIABLO EN EL PELO

“¿Decidiste cortarte la cabellera para acariciarte y peinarte como madre de ti misma?!  ... Y … ese acto impugnado hizo que te vieras sola, como sola dijiste que habías sido desde la infancia…” Así escribe Graciela de Oliveira su gesto en Tu/Mi placer. Todo acto es para alcanzar un gesto propio, ese que se diferencia de cualquier diccionario de gestos. Gesto que asume y soporta el corte abrupto para entregar el cabello como algo sagrado. Una larga cabellera es una herencia a partir de la cual se entrega la propia piel para construir un breve discurso, tal vez de estética y de amor. Me gustaría pensar que lo sagrado es lo que carece de partes separables. Lo separado de la cabellera es lo sagrado en sí mismo, porque nunca perteneció al cuerpo orgánico. Nada hay más inorgánico que el pelo y las uñas, siguen creciendo más allá de la muerte. Encierran un diablo en el símbolo: el poder de la división en la organicidad integradora de la vida. 
“Pero en la carrera, como pesada mano, el destino me agarró del pelo”, escribe Marina Tsvietáieva en El diablo. En este libro de recuerdos, donde cada trozo de historia es una mitología personal, la fabulación de una vida de infancia está tomada del hechizo de una cabellera. El poeta uruguayo Roberto Echavarren hace de esta frase la búsqueda de una vida. No es un cazador de trenzas, pero sabe en su novela El diablo en el pelo, que enfatizamos algunos gestos como imagen para trazar un camino de individuación. La fronteriza misionera Graciela de Oliveira no duda en posarse donde parece darse lo real como el goce de lo no dicho. Y se expone y expone el gesto de una vida. Y nada hay de más inorgánico que la vida de una cabellera.
Mi maestro araucano me enseñó el relato de su abuela que vivió en la línea de fortines. El acontecimiento no puede plantearse en otra parte que en el espacio vacante abierto por el deseo. Esta vacancia del espacio es precisamente el lugar de elección de una donación. Ello se observa en el cruce de una vida inorgánica del pelo con las tramas de turbulencia de quien dona, habla y recibe. El acontecimiento llega como desposesión cuando no se lo esperaba. Así las cabelleras de indias colgaban en el relato de mi maestro de las primeras alambradas sangrantes. El deseo como el acontecimiento es el gesto que te toma en la carrera, el resto es el diablo de la cabellera que se separa del cuerpo orgánico. Aquellas cabelleras conservan a pesar de su separación lo sagrado.

Adrián Cangi (2021)