GERARDO REPETTO: «Arreglos para una casa»
Cuando llegué por primera vez a la casa y la ví desde el lado de afuera, tuve la impresión de que era una casa cerrada. Cuando entré, me dí cuenta que además era una casa destruida. Imposible o difícil de habitar. Por otra parte, en la primera sala, cerca de la puerta de entrada, había varios sobres con correspondencia desparramados por el suelo. Impuestos, publicidades, multas… algunos con fechas recientes. Leí los destinatarios y conté, en total, siete personas diferentes con la misma dirección: 12 de octubre 433. Pensé que también al cartero, que sólo la ve por fuera, le debe parecer que es solamente una casa cerrada, por la que de vez en cuando alguien se da una vuelta, ¿o no se lo pregunta y simplemente hace su trabajo? Para afuera (para la justicia, el sistema recaudador, el banco, el cartero, el repartidor de volantes), la casa sigue existiendo como tal y como domicilio. Pensé entonces, plegarme a esta situación y contribuir a esa apariencia vital de la casa. Decidí, ante todo, que usaría en mi proyecto el sistema de delivery. Hacer un pedido, dar la dirección de la casa, estar ahí para recibirlo. Hacer varios pedidos. Si fuera posible, generar en el barrio (porque es una calle de barrio) cierto desconcierto a partir de estos movimientos. ……..
En una casa sin puertas, sin ventanas y con muchos huecos, los límites entre el adentro y el afuera no son tan nítidos. Los arreglos florales comparten de algún modo esta misma naturaleza híbrida: el lugar de las flores debería ser el jardín pero los arreglos florales son construcciones para ser puestas dentro del hogar. Poner flores en una casa en ruinas como una manera de habitarla. Las flores son, al fin y al cabo, elementos vivos que aportarán color, perfume, aunque finalmente morirán. Y morirán de todos modos, a su tiempo, y no por estar en una casa abandonada. Tampoco se puede negar que en el estado actual de la casa, haya de por sí varias formas de vida: insectos, yuyos, hongos, musgo… pero los arreglos florales pretenden, además, otorgarle la última posibilidad de lucir como casa. Y no solamente como la casa que fue, porque tiene aspecto de haber sido una vivienda sencilla. Enviar estos arreglos puede resultar, de alguna manera, un gesto excesivo (no hay intención de que no lo sea), y sin embargo está dentro de las posibilidades de la cotidianidad. Comprar flores, por caras que sean, y ponerlas en una casa, por deteriorada que esté, no implica en principio nada extraordinario. Cuando me propusieron trabajar en la casa, por tratarse de un espacio no convencionalizado como lugar artístico, decidí que el proyecto lo manejaría básicamente por lo carriles de la vida cotidiana, sobre todo, en los aspectos materiales y operativos. Otra decisión que tomé fue que ninguna acción que emprendiera en la casa consistiría en sacar, sino por el contario, en poner. Si los conceptos demolición/construcción no estuvieran tan imbricados, podría decir, con menos vacilación, que mi propuesta tiene más que ver con la construcción que con la demolición.
Agosto de 2009
Fotos: Equipo D/C