FERNANDA MEJIA: «Acciones Catárticas (sírvase de la cebolla)»

   

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Invitación:
Uno de los grandes encuentros que he vivido fue en 1989, cuando llegó a mis manos El Tambor de Hojalata, novela de Gunter Grass. Desde entonces habita en mi memoria el Bodegón de las Cebollas; éste era un lugar donde la gente no iba a comer o beber, iba a pelar cebollas, ¡sí! cebollas, para ver muy adentro de ellas, buscando no ver debido a las lágrimas causadas por sus humores, abandonándose al llanto discreto o sin reserva.

Oskar Matzerath protagonista de la novela dice que el siglo XX algún día se designará como el siglo de las lagrimas, pese a la falta de ellas. Los personajes del Bodegón son seres endurecidos y devastados por la guerra tratando de sobrevivir induciendo justo aquello que es vetado por simbolizar debilidad y fragilidad.

Por favor sírvase pelar la cebolla.

Fernanda Mejía

Como bien dice Gerardo Repetto, el riesgo que se ha asumido desde D/C es un valor fundamental. ¿Cómo pensar en producir arte sin asumir riesgos? La competencia en la que nos hemos visto envueltos en los últimos tiempos por una rebanada del pastel de la legitimación nos adormece, nos pone a caminar siempre sobre seguro, olvidándonos de la vitalidad que embarga el arte para señalar, cuestionar, reflexionar sobre las cosas que suceden en nuestro particular “aquí”, vitalidad para volar – nos la cabeza.

El encuentro con Graciela, Soledad, Luis y el proyecto D/C ha sido bastante refrescante y alentador para mí y mi propio proceso como artista. Agradezco profundamente el empujón al agua de Graciela para invitarlos a picar cebollas, a llorar conmigo, a llorar juntos. Mi participación en D/C fue a través de un pasaje del Tambor de Hojalata de Gunter Grass que quería vivir. El Bodegón de las Cebollas era un lugar donde la gente se reunía a pelar cebollas y así invocar al llanto, el llanto reprimido u olvidado por tantos horrores acontecidos en la Europa de principios del siglo XX.

El propósito de la acción fue invitarlos a servirse de la cebolla para llorar públicamente por aquellas grandes o pequeñas historias personales y colectivas que merecen o deben ser lloradas. El llanto suele ser símbolo de debilidad, en la contención de nuestros sentimientos atesoramos nuestras lágrimas, cuando surgen se pueden interpretar como trofeo del que nos vence, pero ¿Cómo iniciar el duelo de lo que nos ha devastado sin ellas? ¿Cómo reconstruirnos, curarnos, confortarnos sin ellas?

Fotos: Equipo D/C

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